LA FAMILIA Tarea del hombre y la mujer de hoy A pesar de todos los pronósticos negativos, hoy en día, la familia sigue siendo una institución apreciada, porque satisface las necesidades elementales del hombre, como la protección, la confianza y la pertenencia. Es cierto, que en nuestros días, se dan ciertas circunstancias muy difíciles que causan desunión en la familia. Pero siempre ha habido problemas y debemos aprender a solucionarlos con toda oportunidad. Antes, los matrimonios eran obligados y sólo se contemplaba en ellos, el aspecto económico, convirtiendo el vínculo en un simple negocio. Ahora, ya existe la posibilidad de elegir pareja y formar una familia con valores. El hombre y la mujer participan a la par, en los problemas y las responsabilidades de la familia, tanto en el aspecto económico, como en el cuidado de los hijos. Esto genera una mayor unidad en la pareja, pero por los motivos incorrectos, provoca que cada día haya también mayor separación en los matrimonios que, invariablemente, lleva al divorcio.
Dos personas se casan hoy, en general, por simpatía y amor, es decir, por motivos mas subjetivos que objetivos. Esto es correcto mientras la relación pueda madurar y enfocarse a las cuestiones medulares de la integración de una familia. La inmadurez en la relación, hace que la pareja no quiera tener hijos, pues le teme al compromiso que ello representa. Pues les quita libertad y les dificulta el cambiar de pareja cuando les conviene. Cuando no hay compromiso, el amor muere pues no hay una motivación para seguir adelante. Sin amor y sin compromiso, la fidelidad matrimonial se hace sumamente difícil. Hoy en día, los esposos generalmente tienen diferentes campos laborales o, incluso, de actividades personales o familiares. No se ven en muchas horas, pero sí tienen contacto directo y continuo con otras personas con las que comparten actividades o intereses profesionales. Por ejemplo, un médico que trabaja en un hospital y se casa con una maestra de escuela. Aun cuando su relación puede ser normal, sus intereses y relaciones profesionales son diferentes. Al llegar a casa, por lo regular, ya no tienen deseo o interés en dialogar y hacer planes para la familia. Así empieza el distanciamiento.
El hecho de que el promedio de vida sea actualmente el doble de hace 50 o 60 años, hace también que se reevalúe el vinculo matrimonial. En el siglo pasado, muchas mujeres morían a temprana edad por problemas asociados sobre todo, al parto. Hoy en día, las mujeres ven crecer a sus hijos, irse de casa a formar sus propias familias y aun pueden vivir 30 o 40 años mas. Entonces, el compromiso de vivir juntos “hasta que la muerte nos separe”, representa una decisión difícil de afrontar, sobre todo, si no estamos seguros de nuestra pareja, o no hemos madurado lo suficiente para asumir esa responsabilidad. El matrimonio exige, no solo el “permanecer juntos”, sino el “caminar juntos”. Esto implica que los cónyuges deben ayudarse mutuamente a buscar, encontrar, aprender y desarrollar los medios necesarios para lograr una buena relación conyugal y, en el mejor de los casos, llegar juntos a la madurez espiritual.
Es inevitable que en el matrimonio haya conflictos, pero no es aconsejable que solo por el hecho de querer evitar choques con la pareja, se quiera eludir el problema. Si ambos acostumbran a callar y evitar el dialogo sobre los problemas que se les presentan, tal vez durante algún tiempo tendrán paz. Pero es un saco que se va llenando y tarde o temprano reventara y hará que la pareja termine muy lastimada al tener que enfrentar lo inevitable. Por ello, es necesario que las diferencias se solucionen en el momento. Cuando se pierde el dialogo constructivo, y solo hay conversaciones superficiales en la pareja, muy pronto se aburrirán de ellas y comenzarán los silencios cada ve más largos entre ellos. Esto provocará que uno, o ambos, rehúyan el acercamiento y lo enfoquen a los hijos, el trabajo, los amigos y, en caso extremo, una nueva relación.
Son este tipo de relaciones, sobre todo si se han vivido con los padres, las que llevan a los jóvenes de hoy a evitar comprometerse en forma permanente. Pues han tenido una imagen distorsionada del matrimonio; llena de mentira y traición, bajo una apariencia respetable. Sin embargo, contra lo que algunos piensan, el matrimonio no es un modelo de convivencia superado. La cuestión es que debe asumirse con amplitud de miras, y objetivos a largo plazo, que deben manifestarse en metas a corto plazo para que exista la motivación permanente al esfuerzo. Hoy en día, existen miles de matrimonios que viven su relación de una manera objetiva y dinámica, donde se manifiestan la felicidad y la fidelidad como elementos básicos del compromiso y que han servido de ejemplo a otros matrimonios, tanto jóvenes como maduros.
Pero también es necesario que la visión no se centre solo en la pareja. Un matrimonio que vive para sí, puede caer en el egoísmo de excluir a otros de su vida, pues solo se permiten vivir el uno para el otro. Evitan tener hijos que los distraigan, se alejan de amigos e incluso, de la familia, lo que, a la larga, los dejará solos e infelices. Una relación madura tiene la finalidad de generar vida, amarla y velar por su desarrollo, incluyendo el compartirla con aquellos cercanos a la pareja. Sin esto, se pierde uno de los más grandes sentidos de la pareja. En un matrimonio sano, existe siempre una relación activa, interés del uno por el otro. No hay tiranía, sino colaboración. No hay ordenes, sino ayuda mutua. No hay control, sino entendimiento. Se alegran con el otro y juntos sobrellevan los momentos difíciles. Aceptan al otro con sus virtudes y defectos, como se aceptan a sí mismos. No se exigen demasiado mutuamente con pretensiones egoístas o con expectativas irreales.
“Nadie puede hacernos más daño que aquellos que nos aman. No hay dolor más terrible que la injusticia que procede de quienes amamos” (dicho árabe). Hay situaciones en las que las familias se vuelven nuestro peor enemigo. Cuando nos abrimos, amamos o nos damos a alguien mas, es más fácil salir herido. Pero a pesar de ello, una crisis no tiene que convertirse en catástrofe. A veces, notamos en el otro, monotonía, tristeza, inquietud, tal vez frustración por falta de una plena realización profesional, planes que no se concretan, hijos muy distintos a lo que se esperaba, remordimiento por no haber dado al otro lo que se podría haber dado. Lo importante en estas situaciones es considerarlas como una oportunidad para estrechar los lazos de unión para superar juntos las dificultades y alcanzar un camino de reconciliación. Solo cuando aprendemos a aceptar y perdonar, tendremos esperanza de lograr un nuevo comienzo. Toda crisis genera un cambio. De nosotros depende si ese cambio nos destruye o lo usamos como medio para lograr una mayor madurez y confianza plena entre nosotros.
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EL COMPROMISO EN EL AMOR: UN RETO QUE NADIE SE PUEDE PERDER
“El hombre es un ser de encuentros, se constituye, desarrolla y perfecciona creando encuentros”. La persona humana es una unidad espíritu corpórea. Cada acción que realiza o deja de hacer, va dejando huellas en su vida y lo va moldeando conforme a su toma de decisiones. La nota característica de la apertura que cada uno de nosotros tenemos, nos permite ser capaces de superar nuestras limitaciones, sobreponernos y entregarnos a la exigencias del amor comprometido.
En el plano personal, tanto el varón como la mujer son personas de igual dignidad, que poseen el don de la intimidad llamado amor. Este tiene manifestaciones infinitas que van desde miradas, pláticas, caricias, hasta la formación de realidades que ayuden al hombre a ser feliz.
El ser humano esta destinado a amar, y solo a través del amor puede realizarse plenamente y transformar el mundo. Una clara acción de este sentimiento íntimo es el acto sexual, gracias al cual, una persona se entrega dando todo su ser y es complementada por la otra, quien se da de la misma forma. Se crea una apertura solidaria hacia el tú y, a través de esa sociabilidad, se realiza plenamente el yo.
Pero este acto no sería del todo pleno, si este no se diera como razón de ser del matrimonio. Como un compromiso exclusivo, una entrega esencial, permanente y estable. Porque cuando el ser humano busca libremente compartir su proyecto de vida con otro ser, cuando logra salir de si mismo, auto-donarse y abrirse hacia lo que le rodea; por medio de un acto de su voluntad libre. Entonces, sí se puede decir que está listo para crear una alianza y complementarse con su pareja formando las bases de lo que será su vida futura. Ya que el amor es un movimiento unitivo que surge de la intimidad misma del ser personal y pone en acción las potencias del hombre. Es un acto de la voluntad y, por lo tanto, puede elevarse a un plano mas alto. Se vuelve un querer en donde los dos ganan.
Tristemente en la actualidad, el concepto de matrimonio y de amor, se ven totalmente desfasados de su significado real, la ideología posmodernista que nos envuelve dia con día, ha manipulado estos términos y los ha relacionado con sucesos del hombre, completamente banales y pasajeros, que tienen que ver más que con el perfeccionamiento de la persona, con los propios intereses de la sociedad. Existe una pérdida total de la naturaleza personal. Los objetivos o metas que movían a un hombre y le permitían salir adelante, se ven cada vez más como simples ilusiones. Estas son unas de las cuantas razones por las que nos enfrentamos a tantos divorcios o uniones de “amor libre”. Sin embargo, “liberarse no es romper los límites, sino no tener ningún límite; y como el matrimonio implica fórmulas dogmáticas, entonces es visto como una cadena de la tradición infantil”.
Por otro lado, muchas parejas creen tener una esperanza. El problema es que no cuentan con los fundamentos para sustentarla y, por lo tanto, desde un principio ponen parámetros y límites de entrega. Se vuelven egoístas desde el momento de dar. Solo buscan la satisfacción de sí mismos, sin tomar en cuenta los intereses y necesidades del otro. Son incapaces de comprometerse, la soledad los llena de miedos. Como seres humanos, es común que busquemos garantías, que queramos asegurarnos de las cosas y, por lo tanto, todo lo nuevo y diferente nos produce temores. Sin embargo, es importante tomar en cuenta que: “Quien no se siente tan dueño de sí como para decidir darse porque le da la gana, en el fondo no es del todo libre; esta encadenado a lo pasajero, trivial y presente.
Tomando en cuenta la problemática que estamos viviendo actualmente, y relacionándola con el contexto que nos envuelve, es necesario que, si queremos alcanzar la verdad, nos replanteemos el hecho de que el pacto y el matrimonio son realidades, no simples ceremonias, que constituyen respuestas a la vida del hombre.
En el matrimonio, no bastan los buenos deseos, las promesas. No solo las palabras convencen, sino que son necesarios los actos concretos, la donación día a día, la entrega de pequeños sacrificios que permitan a la pareja crecer, sobreponerse a los problemas (Los cuáles siempre van a existir en menor o mayor medida).
El amor se podría representar por medio de una metáfora de una pareja de patinadores: Se dice que son dos personas que a pesar de estar en una superficie tan resbalosa, son capaces de sacar adelante la técnica con armonía, sincronía, precisión e, inclusive, esperanza y confianza en el otro. Ya que si no existe un entendimiento profundo de ambos o uno de los dos no coopera lo suficiente, al otro le es imposible salir adelante. Esto nos muestra con claridad como los matrimonios muchas veces se encuentran en una superficie resbalosa en donde los problemas que en un principio parecían ser pequeños detalles, con el tiempo, si no se dialogan y se logran solucionar, se convierten en distanciamientos totales entre la pareja.
El tomar conciencia de que lo que yo haga o deje de hacer por el otro, nadie lo va a hacer por mí, es la base que nos sirve para comprometernos con nosotros mismos, ya que nadie puede dar lo que no tiene. Somos los pintores de una de las obras de arte mas importantes: NUESTRA PROPIA VIDA.
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La participación familiar en la vida de la iglesia a) Función religiosa de la familia ¿Cuál es la misión de la familia en la Iglesia? La familia está llamada a edificar el Reino de Dios y a participar activamente en la vida y misión de la Iglesia. Los miembros de la familia, enseñados por la Palabra de Dios, confortados con los sacramentos y los auxilios de la gracia, e irradiando el espíritu del Evangelio, vienen a ser una pequeña porción viva de la Iglesia. ¿Qué relación tiene la familia con la fe? La Iglesia siempre ha enseñado que la familia cristiana es una comunidad creyente y evangelizadora, que testimonia la presencia salvadora de Cristo en el mundo a través de la unidad y fidelidad de los esposos, y la conservación y transmisión de la fe a los hijos. ¿Por qué se dice que la familia es evangelizadora? En la familia los padres deben comunicar el Evangelio a los hijos, pero también pueden recibirlo de ellos. La familia debe transmitir la fe a otras familias y a los ambientes donde se desenvuelve su vida ordinaria. ¿Cómo se puede concretar la evangelización en la familia? Los padres deben dar ejemplo con naturalidad de cómo vivir la vida y las tradiciones cristianas. Los hijos deben saber que sus padres tratan a Dios todos los días, que procuran recibir los sacramentos con frecuencia y asistir a la Santa Misa los domingos y otras fiestas. Que veneran al Papa y a la jerarquía de la Iglesia. También evangelizarán con su ejemplo y su palabra, transmitiendo los valores humanos y cristianos: el amor al trabajo, el sentido de responsabilidad, el respeto a los mayores y al buen nombre de los demás; el amor a la verdad, la sinceridad, la vida sencilla, austera y limpia; el saber compartir con los demás los bienes que tenemos, el ser agradecidos con Dios por todo, etc.: porque todas esas virtudes las vivió Jesucristo. ¿Cómo pueden las familias contribuir socialmente a la evangelización? Las familias son testimonio y fermento de vida cristiana en la sociedad en la medida en que los esposos viven bien las exigencias de su vocación matrimonial. Ese clima de amor y generosidad cristiana facilitará prestar ayuda espiritual o material a otras familias que lo necesiten. También pueden hacerse presentes en las actividades propias de la pastoral evangelizadora de la Iglesia a través de las parroquias o movimientos apostólicos. ¿Debe aprenderse el Catecismo en la familia? Los padres son los primeros iniciadores de la fe en sus hijos. Deben enseñarlos a rezar y comenzar a explicarles las principales verdades contenidas en el Catecismo. La parroquia o la escuela perfeccionará más tarde esa enseñanza. Lo que los padres enseñan en la infancia, tiene una gran importancia para la vida futura de los hijos. ¿Es necesario orar en familia? Jesucristo nos enseñó que "cuando hay dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 17,19). Alabar a Dios, darle gracias y pedirle sus dones forma parte esencial de la vida de una familia cristiana. ¿Qué motivos tenemos para oraren familia? Los motivos son las mismas circunstancias ordinarias de la vida que debemos y podemos referir a Dios: estar juntos en alegrías y dolores; esperanzas y tristezas; nacimientos y cumpleaños; aniversarios de bodas; viajes, alejamientos y regresos; momentos importantes; fallecimiento de personas queridas, etc. ¿Quiénes deben iniciar a los hijos en la vida de oración? Los padres son los principales educadores en la oración. Deben enseñar a sus hijos a orar y a tratar a Dios en ocasiones ordinarias de la vida: al acostarse y al levantarse; antes y después de las comidas; a dar gracias por los beneficios; en la asistencia a la Misa dominical; a celebrar los misterios cristianos: Navidad, Semana Santa, etc.; la celebración de las fiestas de Jesucristo, de la Virgen y de algunos Santos; a orar por las necesidades espirituales y materiales de los demás; etc. La principal educación para la oración será siempre el testimonio de los padres. ¿Qué otras oraciones pueden ejercitarse en la familia? El rezo y la meditación del Santo Rosario, principalmente en familia, han sido especialmente recomendados como una de las más excelentes oraciones para conservar su unidad. ¿Qué otras devociones se pueden practicar en las familias? La presencia de imágenes piadosas en los principales sitios de la vivienda: el crucifijo, imágenes de la Virgen; la imposición del escapulario. En Venezuela hay una costumbre muy cristiana, que es la bendición que piden los hijos a los padres. A la petición de la bendición por los hijos, los padres contestan: "que Dios te bendiga". Es una costumbre que muestra la devoción por los padres y parientes mayores, y que tiene una honda raíz cristiana. Debemos mantenerla y propagarla. b) Gracia de Dios y sacramentos ¿El sacramento del matrimonio confiere la gracia de Dios para toda la vida matrimonial? El sacramento del matrimonio, recibido con las debidas disposiciones, confiere la gracia de Jesucristo que ayudará a los esposos a santificarse en todas las circunstancias de su vida conyugal, porque Dios no nos abandona nunca en nuestra vocación, y el matrimonio es una vocación, un camino hacia la santidad. ¿Qué relación existe entre Eucaristía y Matrimonio? En la Eucaristía el mismo Jesucristo se entrega como alimento, vivificando espiritualmente a los esposos y asemejándolos a Él. La Eucaristía es el sacrificio de la Nueva Alianza, alianza que encarnan los esposos entre sí en la vivencia cristiana de su matrimonio. Además, la Eucaristía es fuente de caridad y vínculo de unidad, virtudes muy necesarias para la estabilidad y armonía de toda la familia. ¿Qué relación hay entre el sacramento de la Penitencia y el Matrimonio? Los esposos y los demás miembros de la familia deben recibir el sacramento de la Penitencia cuando en sus vidas esté presente el pecado o cuando quieran crecer en el fervor y en el amor de Dios. La Confesión es fuente de purificación y de fortaleza, necesaria para afrontar las dificultades de la vida conyugal. c) La preparación para el matrimonio ¿Por qué es necesaria una preparación para el matrimonio? En otros tiempos la preparación para el matrimonio no era tan necesaria porque las jóvenes parejas se hallaban como protegidas por un ambiente naturalmente cristiano, que las defendía. En nuestro tiempo se ha dado un cambio cultural fuertemente opuesto al matrimonio y a los valores familiares, y es necesario que los jóvenes aprendan a defender y asumir con responsabilidad su compromiso matrimonial. La verdadera preparación al matrimonio se inicia en la propia familia, que es la primera formadora de los valores humanos y cristianos. Allí se inicia el conocimiento y el respeto de la dignidad del hombre y de la mujer y la grandeza del matrimonio y la familia. Durante el noviazgo debe continuar esa formación que permita a los novios cultivar el conocimiento mutuo y la aceptación y el respeto a las ideas, sentimientos y modos de ser del futuro cónyuge. ¿Qué otros aspectos abarca la preparación para el matrimonio? Esa preparación requiere un camino suficientemente largo para que los novios lleguen a la boda con la requerida disposición para la entrega total del uno al otro, que se perfeccionará después durante la vida conyugal. Si el noviazgo no persigue ese objetivo, las expresiones de intimidad que serían propias de los esposos, en el noviazgo son sólo debilidades. Parte importante de la preparación para el amor conyugal y el matrimonio está en el respeto que los novios deben tenerse mutuamente. Ese respeto en el noviazgo abarca: las ideas, los modos de ser, la intimidad, los cuerpos y los sentimientos. Ese respeto es una señal de verdadero amor, destinado a crecer y fortalecerse en el matrimonio. ¿Exige la Iglesia a los novios cierta preparación para recibir el sacramento del matrimonio? En muchos sitios la iglesia pide a los novios que van a contraer matrimonio, que participen de un "curso prematrimonial". En él se deben tratar los aspectos humanos, doctrinales y espirituales que cualquier matrimonio cristiano debe conocer. Los novios deben ver en este curso prematrimonial no sólo un requisito para su boda, sino una ayuda que les facilita recibir digna y provechosamente el sacramento. ¿Qué se debe decir a quienes afirman que las parejas deben tener relaciones íntimas previas al matrimonio? Esas relaciones sexuales, llamadas prematrimoniales, no son una preparación para el matrimonio, sino un pecado grave y un abuso de la sexualidad. Muchas veces esas relaciones son efecto de la debilidad, de un enamoramiento romántico, o sentimental, que está muy lejos del verdadero amor. Los novios, como aún no son esposos y no se pertenecen, no tienen derecho a esa intimidad que puede afectar gravemente su amor y también los derechos de otras personas, y en concreto los del hijo que fruto de esas relaciones puedan concebir. Por otra parte, es muy sabido que las relaciones prematrimoniales con frecuencia destruyen el noviazgo y otras muchas veces preparan la infidelidad extraconyugal. La preparación para el matrimonio que proporciona la iglesia ¿tiene otros motivos? A veces se acude al matrimonio con falta de libertad, o forzando una situación que requeriría un tiempo de prudente espera, que la preparación previa puede ayudar a discernir. El embarazo, como fruto de relaciones prematrimoniales, puede ser una de las causas que apresuré irresponsablemente la boda en parejas que aún no están preparadas ni física, ni emocional, ni espiritualmente para ello. Las estadísticas demuestran que los matrimonios de adolescentes suelen terminar en divorcios muy pronto: tanto más pronto cuanto más jóvenes se casaron. ¿Que hacer para evitar esas situaciones? Los novios deben evitar las ocasiones en que puedan darse relaciones prematrimoniales -permanecer solos mucho tiempo, o en lugares aislados-, así como las manifestaciones de ternura que serían propias de los esposos, pues no sólo deben evitar las relaciones íntimas, sino que tampoco deben iniciarlas. Deben saber resistir las presiones del ambiente que impulsan a los novios a vivir como si fueran personas casadas. Y saber que el esfuerzo por vivir limpiamente su amor tendrá la garantía de su duración. Además, siempre hay que pensar que Dios no pide imposibles, y que el noviazgo se puede vivir limpiamente con la ayuda de su gracia, frecuentando los sacramentos y siendo amigos de Dios. d) La celebración del matrimonio ¿Qué características debe tener la celebración del matrimonio? El matrimonio cristiano requiere una celebración litúrgica que exprese ante la Iglesia, representada ante unos testigos, la naturaleza sacramental de la alianza conyugal que establece. Los esposos deben saber que expresan las promesas de su alianza ante el mismo Jesucristo representado por el ministro de la Iglesia y los testigos que asisten al matrimonio. La ceremonia de la boda se lleva a cabo una vez aclarado que no existen impedimentos, que dicho acuerdo se realiza responsable y libremente, que se expresa con claridad el consentimiento que realiza la alianza conyugal, y que se observan las formas establecidas por la Iglesia con una ceremonia sencilla y digna. ¿Qué manifiesta la celebración del matrimonio cristiano? El matrimonio cristiano manifiesta de modo público que los esposos -aquel hombre y aquella mujer- han sido llamados por Dios para establecer libremente una comunidad de vida y de amor que debe ser un camino hacia la santidad. En él, se ceden mutuamente el derecho sobre sus cuerpos para realizar los actos propios de la generación y educación de sus hijos. Este derecho es perpetuo y sólo exclusivo de ellos. e) Situaciones irregulares y difíciles en las familias ¿Cuales son las principales situaciones irregulares en la familia? Las principales situaciones irregulares que contradicen el plan de Dios sobre la familia son: el llamado "matrimonio a prueba"; las uniones libres; los católicos unidos sólo por el matrimonio civil; las personas separadas o divorciadas no casadas de nuevo; las personas divorciadas y vueltas a casar; los privados de familia. ¿Qué es el "matrimonio a prueba"? Se llama así a la cohabitación de una pareja que prueba su compatibilidad durante un tiempo, pensando en la posibilidad de contraer- posteriormente un enlace definitivo. Propiamente hablando, esta "prueba" no se trata de un matrimonio, porque en él se prevé la posibilidad de una futura ruptura; y esto es incompatible con el verdadero matrimonio. ¿Qué son las uniones libres? Son uniones constituidas por un hombre y una mujer que deciden vivir juntos, sin ningún tipo de compromiso entre ellos. Estas situaciones pueden ser fruto de determinadas circunstancias económicas o culturales; de la inmadurez afectiva y sicológica de la pareja, o consecuencia de la búsqueda desordenada del placer. En todo caso estas uniones reflejan una gran inmadurez humana, porque indican que no se es capaz de asumir el compromiso de formar una familia. ¿Cómo es posible evitar esas situaciones? Es necesario averiguar las causas en cada caso para ponerles remedio. En general, es preciso promover la educación de los jóvenes mostrando los grandes bienes de la fidelidad, del matrimonio y de la familia, y la conveniencia de construir hogares estables. ¿Cuál es la situación dentro de la Iglesia de los católicos unidos en matrimonio civil? Hay que distinguir dos grupos de personas: los que nunca recibieron el sacramento del matrimonio; y los que lo recibieron y se divorciaron para volver a contraer matrimonio civil. Los primeros tienen una situación distinta a las uniones libres, porque aceptan de alguna manera las obligaciones del matrimonio. Sé les debe animar a que santifiquen su hogar recibiendo el sacramento del matrimonio, para que sean coherentes con la fe que profesan y el estilo de vida que llevan. En todo caso, no pueden acceder a los sacramentos de la Iglesia mientras perdure esa situación, porque entre católicos el único matrimonio válido y licito es el sacramental. ¿Puede una persona católica divorciarse cuando la convivencia con el otro cónyuge es imposible? Si la convivencia conyugal se hace imposible por problemas de infidelidad, o de violencia, malos ejemplos para los hijos, etc., el cónyuge inocente puede pedir lícitamente la separación -pues el otro cónyuge perdió sus derechos-, pero convendrá que se aconseje previamente con un sacerdote. ¿Cuál es la situación dentro de la Iglesia de las personas divorciadas que han vuelto a contraer un matrimonio civil? La Iglesia ruega por todos ellos y desea atenderles como a miembros especialmente necesitados de su ayuda, porque las palabras de Jesús sobre la ilicitud de su situación son claras: Yo les digo: cualquiera que repudie a su mujer y se una con otra, comete adulterio (Mt 19,9); y en otro pasaje: el que repudie a su mujer la expone a cometer adulterio, y el que se una con la repudiada comete adulterio (Mt 5,32). Así pues, deben tratar de resolver su situación: sea investigando la posible nulidad de su primer matrimonio con intención de contraer legítimamente el actual; sea disolviendo la segunda unión civil y tratando de recomponer su primera unión matrimonial; o viviendo con su, actual cónyuge, si así lo exigen las obligaciones de justicia adquiridas por los hijos que se tengan, pero sin tener relaciones con él. Sólo en este último caso, cuando ambos viven como hermano y hermana, y quitando toda posibilidad de causar escándalo a otros fieles, podrían participar de los sacramentos. En todo caso deben recibir el consejo de un sacerdote prudente y experimentado ¿Estas personas están separadas de la Iglesia? De ningún modo. Pueden y deben como todos los católicos acudir a la oración, escuchar la Palabra de Dios, participar de la Misa, y procurar realizar obras de caridad y misericordia. Pueden también fomentar las iniciativas en favor de la justicia, educar a los hijos en la fe cristiana y cultivar el espíritu y las obras de penitencia. De este modo se disponen también a recibir la ayuda de Dios para regularizar su situación. ¿Cuáles son los sentimientos de la Iglesia respecto a los que no tienen familia? Estas personas son valoradas con afecto y consideración por parte de la Iglesia. El Santo Padre, Juan Pablo II, siempre ha animado a que se les abra todavía más la puerta de la iglesia a las personas que no tienen familia, porque la Iglesia es la casa de todos, especialmente de los fatigados y necesitados.